El archipiélago de Chiloé conforma un universo cultural con características particulares. El tradicional aislamiento en que se desenvolvió la sociedad chilota fue un factor importante en la conservación de prácticas religiosas y lingüísticas del medioevo español, al mismo tiempo que se daba un intenso mestizaje e intercambio entre elementos culturales ibéricos e indígenas.
En ese sentido, tanto la geografía como la peculiar historia del archipiélago durante el período colonial y la posterior incorporación al territorio chileno dieron origen a una cultura cuyas costumbres tradicionales poseen una identidad propia en relación a las del centro de Chile.
Una de las manifestaciones más importantes de la identidad chilota dice relación con la religiosidad popular. Expresión de ella son las grandes festividades religiosas anuales como la imaginería de santos vestidos; la singular arquitectura de sus iglesias, consideradas desde el año 2000 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, así como la propia organización de la comunidad religiosa, herencia de la evangelización jesuita de los siglos XVII y XVIII. La escuela chilota de arquitectura religiosa se desarrolló a través de casi cuatro siglos alcanzando su forma madura a mediados del siglo XIX en virtud de un complejo y rico dialogo intercultural (europe- indígena) y del óptimo aprovechamiento recursos del medio ambiente, en especial, la madera. La Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Chelín es de estilo Neoclásico, destacan sus columnas interiores, pintadas con líneas imitando al mármol, posee una torre de 18, 50 mts.
Detrás de la iglesia se encuentra un cementerio. Las comunidades de Chiloé, cuya vida se desenvuelven en torno a sus iglesias, evidencian un alto grado de cohesión, participación, solidaridad y compromiso con su patrimonio, valores que se materializan en su relación con estos inmuebles que es necesario reconocer y preservar.